20 noviembre 2007

Cebu+Nalusuan (Filipinas)

Nuevo finde, nuevo viaje... Y así vamos a estar todo el mes! Esta vez toca Filipinas. Nos vamos a una de las miles de isla que forman el archipiélago, concretamente a Cebu, situada por el centro y con un aeropuerto al que se puede llegar directamente desde Singapur. Vuelo nocturno llegando allí a las 4 am. En el aeropuerto nos espera un chico con el nombre de Carmen en un papelito que lleva doblado en la mano. No sé muy bien cómo, después de un buen rato mirando a nuestro alrededor para averiguar quién nos venía a recoger, Carmen giró la cabeza y leyó a través del papel algo que parecía su nombre y efectivamente! El muy empanao nos esperaba a nosotros pero estaba en su mundo.

El chico nos llevó a los cuatro (Edu, Paula, Carmen y yo) hasta un embarcadero a una media hora del aeropuerto, no sin antes hacer una parada técnica en una gasolinera para surtirnos de ron y otros menesteres, ya que nuestro objetivo final era una mini islita de no más de 3.000 m2 situada en medio de la nada a casi una hora en barca de la costa de Cebu.

El trayecto en barca fue bastante emocionante. Al principio no arrancaba y nos íbamos alejando de la costa a la deriva chocándonos con todo aquello que estuviera fondeado en los alrededores. Luego ya cogimos rumbo, pero era algo incierto ya que estábamos en plena noche y sólo podíamos ver algunas lucecitas en el horizonte. A veces el barco iba hacia unas y más tarde hacia otras así que era imposible saber hacia dónde íbamos exactamente.

A medida que avanzábamos empezó a amanecer y ya podíamos distinguir algo. Podíamos ver lo que parecía ser nuestra isla y aún a bastante distancia de ella vimos que la profundidad no debía pasar de las rodillas, por lo que el hombre se fue a la proa para evitar chocar contra alguna roca.


La isla, llamada Nalusuan, es un "resort" con unas cuantas cabañas que hacen las veces de habitaciones para los huéspedes, un bar-restaurante y un embarcadero. Las cabañas están construidas sobre el agua y tienen un balcón desde el que se puede ver el fondo (el agua es cristalina) y admirar el horizonte. Una pasada.

El atractivo de Nalusuan radica en que se encuentra en un santuario marino que hace las delicias de los amantes del buceo. Después de dormir un rato, comer algo y encontrarnos con el resto de la tropa (Rebeca y 5 becarios de Manila: Pura, Gorka, Iván, Javi y Benajmín), alquilamos aletas, gafas y tubo y pal agua. Flipamos con la diversidad de peces y corales de todos los colores que se podían ver por la zona.
Estrellas de mar desde el balcón de la habitación





Que corra el Tanduay!
El Tanduay es el ron típico de Filipinas. Entra bastante bien, pero lo mejor es su precio: menos de 60 pesos que equivalen a un euro (botella de un litro). Me llevé dos de contrabando de vuelta a Singapur.

La noche no tuvo desperdicio. Becarios de Manila y Singapur unidos jamás serán vencidos. En la isla sólo estábamos nosotros y un grupito de koreanos que nos tenían fritos con el karaoke y sus lastimeras canciones en koreano. De todas maneras, nosotros también le dimos caña al cacharro, aunque intentábamos que fueran algo más animadas... Ya se sabe: la gasolina "súmbalemangopaquemigataprendalosmotores", la bamba, esas cosas... Al final algunos de los koreanos se retiraron y aprovechamos para desconectar el jodío karaoke y enchufar un mp3. Risas, fiestas, muchas botellas de tanduay y hasta algunos nos bañamos en la orillita debajo de un buen foco de luz, porque después de todo lo que habíamos visto buceando acojonaba meterse a oscuras jeje. Así hasta las 4 por lo menos, lo cual significa 8 horas de fiesta ya que empezamos a cenar a las 8.


Que llueva, que llueva, la virgen de la cueva:
El tiempo no había sido precisamente soleado el día anterior, pero el segundo día se levantó (sin resaca por cierto) pasado por agua, frío y viento. No sabemos si el karaoke tuvo algo que ver. El caso es que Edu, que dormía junto a la ventana, se vio derrepente con la cortina golpeando su cara y sintiendo cómo la lluvia penetraba a través de las rendijas. Ante este panorama preferimos dejar la isla y volver a Cebu, buscar algún hotelito y tratar de salvar el fin de semana con un poco de turismo urbano.

Basílica del Santo Niño (con su neón rojo)

El último día llovía aún más, así que optamos por quedarnos en el hotel y darnos un masaje fabuloso. Algunos optaron por media hora de sauna y hora y media de masaje y otros por las dos horas enteras de masaje. Podría parecer una pasada pero yo me hubiera quedado allí otra hora más jeje. Ah! y costó unos 6 euros cada uno.


La odisea:
El relax duró poquito, ya que cuando cogimos el taxi para ir al aeropuerto la lluvia se había convertido en un medio tifón: postes caídos, esquivando cables por el suelo, cosas volando, calles inundadas, semáforos apagados... super divertido, vamos. Teníamos bastante margen para llegar al vuelo, pero nos empezamos a poner nerviosos cuando vimos que todas las vías estaban colapsadas y el taxi avanzaba a dos por hora (cuando avanzaba) y veíamos como pasaba una hora y seguíamos en el mismo sitio, 5 apretujados en un taxi enano. Por si fuera poco, desde que nos subimos pudimos comprobar que el depósito estaba en reserva, así que después de un buen rato atascados, el taxista decidió dar media vuelta y buscar una ruta alternativa que pasara por una gasolinera (o eso creímos entender). Nos empezamos a mosquear cuando pasábamos gasolineras y el tío no paraba, y es que resulta que por lo visto el coche funcionaba con benceno o algo así y tenía que ir a una gasolinera concreta que estaba a tomar por culo. El tío no hablaba media papa de inglés y parecía medio retrasado, así que no había forma de saber a dónde nos llevaba. Cuando llegamos a la gasolinera en cuestión resultó que encima no funcionaba por el apagón, así que agarramos las mochilas, salimos a la carretera y pillamos el primer taxi "normal" que pasó. Finalmente conseguimos llegar a tiempo, pero de todas formas el avión se retrasó un par de horas por el mal tiempo.

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